jueves, 12 de marzo de 2009

Des esperanzas, desesperanza

... para acallar la desesperanza cerré los ojos e imaginé de nuevo mi paisaje perfecto: En la playa, el sol lucía espléndido el día de un verano recién nacido, sus rayos, tenues todavía, acariciaban la piel blanca, casi virgen de quien, situada a mi lado, leía . El sonido de su voz se confundía con el rumor de las olas y de la brisa, el tono de sus ojos con el verde cambiante del mar, su olor era como la del mar en los días de resaca… y era tan perfecto que decidí quedarme allí por siempre..., primero fué apagándose el sonido de su voz, luego sus ojos se perdieron en la inmensidad del mar y al fin los míos nunca más volvieron a abrirse.



A la realidad más bella, que nunca existió.
A la realidad más bella que nunca existió.